lunes, 7 de febrero de 2022

El rincón de las historias presenta: El mejor cazador del mundo

Había una vez, en un reino lejano, un cazador que era conocido como el mejor de todos. Nadie podía compararse con él. Sus presas, principalmente animales, eran atrapados fácilmente por su habilidad para las trampas. Pero era amable y si alguna de sus presas demostraba ser digna, escapándose de sus trampas una y otra vez, cuando al fin la capturaba, la dejaba en libertad. Le gustaba el juego limpio.

Un día, un caballero se acercó a este cazador. Lo necesitaban para atrapar al mejor ladrón de todo el reino. Los había burlado en varias ocasiones. Su último golpe lo realizaría en el castillo donde se encuentra resguardada la gema más valiosa de todas: el corazón de cristal. El cazador no pudo resistir el desafío y aceptó ayudarlos.

El momento perfecto para cometer el robo sería en una semana, durante la fiesta de cumpleaños de la segunda princesa. Durante ese tiempo, el cazador, con la ayuda de los guardias reales, estuvieron preparando muchas trampas y coordinando estrategias para poder atrapar al ladrón de una vez por todas. Sin que nadie lo supiera, el ladrón estaba disfrazado como uno de los ayudantes de la fiesta. 

Llegó el día de la fiesta y el castillo se llenó de júbilo, después de todo, no todos los días la segunda princesa cumple la mayoría de edad. Era la oportunidad perfecta para dar el golpe: todos estaban distraídos bailando, comiendo o entregando sus regalos a la festejada. El ladrón continuaba disfrazado como uno de los ayudantes, sirviendo las bebidas a los diferentes invitados. Los guardias se encontraban alertas y no quería levantar sospechas antes de tiempo. Había escuchado que si alguien intentaba salir de del salón bajo cualquier excusa, sería acompañado hasta el momento en que regresara. Necesitaba crear una distracción para poder escapar. Solo tenía que ser paciente. 

Después de unas horas, se presentó la oportunidad perfecta: el discurso de agradecimiento de la princesa. En ese momento, las luces del castillo disminuyen y se queda en una penumbra casi completa. Tendría solo unos minutos para ir a la sala del tesoro para tomar el corazón de cristal y escapar sin que nadie se diera cuenta.

Logró escapar del salón de fiestas sin que nadie lo viera, lo cual le pareció muy raro con lo estricta de la seguridad. Para llegar a la sala del tesoro tenía que pasar por tres habitaciones diferentes: el comedor, la sala de armas, y por último la biblioteca. 

El comedor se encontraba desierto, lo normal ya que la comida se estaba sirviendo directamente en el salón de fiestas. Pero algo no estaba bien. El ladrón, que había grabado en su cabeza la disposición de las cosas del castillo, sentía que algo estaba fuera de lugar. Como si faltara algo... De pronto se dio cuenta: faltaban los candelabros. Al voltear al techo, notó que había muchas redes. Lo que no se dio cuenta fue que, al cerrar la puerta del comedor tras su entrada, había activado la trampa. Las redes empezaron a caer sobre él, tratando de inmovilizarlo. 

Pero el ladrón no se dejaría capturar tan fácil. Era un experto escapando, y más experto en acrobacias. Se puso a correr. De vez en cuando hacía una voltereta para esquivar las redes que, ahora ya no estaban solo en el techo, sino también en el suelo y las paredes. Después de unos minutos, alcanzó la puerta de la sala de armas. 

La siguiente habitación se encontraba organizada por tipo de armas: había vitrinas con armaduras antiguas y modernas, espadas cortas y largas, arcos, mazos, lanzas, etc. El ladrón se detuvo a apreciar las diferentes reliquias, sabía que algunas las podría vender por mucho dinero, pero no quería arriesgarse a llevarse algo que pudiera detener su huida. Así que empezó a caminar hacia la puerta. Cuando de repente escucho un ruido silbante y empezó un dolor punzante en su hombro. Le habían clavado una flecha. Y muchas más empezaron a volar en su dirección. 

Debilitado por la primera flecha, tardo en reaccionar para esquivar las siguientes. Otra más paso cerca de su mano y otra le realizó un corte en su pierna. Pero, en lugar de disminuir sus movimientos, los hicieron más rápidos. Con la adrenalina corriendo por sus venas, empezó a correr en zig-zag. Esta técnica le permitió esquivar el resto de las flechas y alcanzar la puerta. 

La biblioteca, la última barrera antes de la sala del tesoro. Los libreros tapizaban las paredes y llegaban hasta el techo. Era una vista realmente impresionante. El ladrón sabía, por su trabajo como ayudante, que la sala del tesoro se encontraba tras uno de los libreros, oculta. Y para ingresar, necesitaba acomodar los libros de una manera especial, a fin de que funcionara como código de acceso. Antes de hacer su movimiento, revisó cuidadosamente la habitación para confirmar que no existieran trampas. Encontró que habían realizado algunos huecos en el suelo a manera de prisión provisional. Los descubrió todos. 

Se acercó al único librero que tenía marcas de arrastre en el suelo. Observando los libros en el mueble, detectó algunos que tenían una marca especial: la marca de la familia real. También, había unas marcas que indicaban la posición en la que se debían colocar los libros en el mueble. Cuando tomó los primeros tomos, escuchó un sonido detrás suyo, como si algo se estuviera cayendo y chocando contra otra cosa. Volteó y vio que los libreros estaban cayendo en la dirección donde él se encontraba. Tenía poco tiempo si quería salvarse.

Cuando faltaban tres libreros para alcanzarlo, colocó todos los libros en su lugar y el librero se abrió, revelando unas escaleras. Entró justo a tiempo cuando el último librero se encontraba cayendo. No lo hubiera aplastado el librero, sino más bien una cantidad inmensa de libros que lo dejarían inconsciente. 

La sala del tesoro se encontraba muy bien iluminada, resaltando las diferentes piezas que se "exhibían: obras de arte, esculturas, pero, sobre todo, joyas. Y en el centro de la sala: el corazón de cristal. La joya más preciosa (y valiosa) de todas. El ladrón, después de sobrevivir a tantas trampas, no estaba confiado a que no hubiera alguna otra en la sala. Por lo que actuó con precaución. Retiró la joya con mucho cuidado. Cuando la tenía en sus manos, volteó a todas direcciones. Todo tranquilo. Ninguna trampa. Eso era raro. Al fin el ladrón pudo tomar un respiro.

Al volver a subir las escaleras, se encontró rodeado por varios guardias del castillo. Así que esta era la trampa. La tranquilidad antes de la tormenta. Ya había llegado hasta aquí. No se iba a rendir sin dar una pelea. Tiro una bomba de humo al suelo que cegó a todos los guardias. Cuando se despejó el ambiente. el ladrón no se encontraba por ninguna parte. Los guardias empezaron a gritar ordenes para cerrar el castillo y empezar a buscarlo. En todo ese alboroto, nadie se dio cuenta de un guardia solitario que se alejaba del castillo y se adentraba en el bosque afuera de la ciudad.

El ladrón llegó a la comodidad de su hogar, quitándose el disfraz de guardia que tenía guardado por cualquier situación. Al encender la luz de su habitación, se encontró con el cazador sentado en su cama. El cazador sabía que el ladrón lograría esquivar todas sus trampas y llegaría a este lugar. Lo había encontrado en la semana que tuvo para prepararse. Cansado, el ladrón admitió su derrota. 

El cazador, en vez de capturarlo, le propuso un trato: se quería enfrentar a él de nuevo, hacía tiempo que no se divertía tanto al capturar una presa. Y demostró ser alguien de temer al escapar de todas las trampas. Si le devolvía la joya, lo dejaría irse, sin decirle a nadie donde se encontraba su casa. El ladrón se rio fuerte y aceptó que él también se había divertido mucho en este robo. Así que aceptó el trato. Se dieron la mano para cerrar su promesa y el cazador regresó al castillo con la joya en su poder, esperando ansioso el momento en que se volviera a encontrar con su némesis.

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