Por las precauciones tomadas por Saira, tenia la espada a la mano y se defendió hábilmente el primer ataque, para luego atacar. Para su mala suerte, su adversario estaba más entrenado en estas artes que ella, por lo que en 6 movimeintos la derrumbó, rompió la espada y la noqueó. Justo después de esto, Marcos le quito todo el dinero que tenia en sus bolsillos.
Despertó horas más tarde, en una cama de la posada, con una dulce voz, procedente de la esposa del posadero.
-¿Te encuentras bien?
-Si, ¿qué paso?
-Te noquearon y te robaron el dinero, tu estadía aquí es por nuestra cuenta, ya que retiramos a Marcos del lugar después de traerte a la cama.
Se recuperó y emprendió el camino al castillo. Para su suerte, su caballo estaba en muy buena forma y no necesito comer durante el resto del camino. Al verse en inmersa en la grandeza del castillo, se arrodillo y se acostumbro a su vista, ya que lo cuidaría durante largo tiempo, pensaba ella.
Entro a lo que seria la guardia real y encontró al amigo de su padre, de nombre Ernesto.
-¿Qué es lo que quieres?
-Que me ponga a vigilar el castillo y a su majestad.
-No lo puedes hacer a menos de que pertenezcas a esta guardia.
-Esta carta lo asegura- y le entregó la carta de su padre.
-Si, conocí muy bien a tu padre, pero pensaba que enviaría a su hijo primogénito.
-Si me lo señalo, pero no tuvo hijos, sólo me tuvo a mí.
-Bueno, no hay que romper una promesa ¿verdad?
-Eso es lo que creo.
-Bienvenida a esta guardia, tu trabajo principal es cuidar de que no suceda ninguna tragedia.
-Eso lo juro.
-Permiteme presentarte a nuestros cuatro mejores guardianes.
Y condujo a Saira hasta el patio, donde se encontraban cuatro hombres jóvenes practicando la lucha.
-Ellos son los mejores, pero déjame introducirte con ellos para empezar tu entrenamiento.
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